Tataranieto del fundador de Mar del Plata, artista con alma de niño, inclasificable, su genio podrá verse en este filme, que llega este domingo al Museo MAR.
Personaje extraño, considerado un artista adelantado a su época, a veces inclasificable, Federico Manuel Peralta Ramos ya tiene su película, en la que se retrata su genio divertido, sus obras y su participación en el ambiente cultural argentino de los años ’60, ´70 y ’80.
Tataranieto del fundador de Mar del Plata, hijo de una de las familias más tradicionales del país y actor que llegó a participar de los programas de Tato Bores, Federico Manuel aparece con toda su gracia e ironía en “Mal de plata”, un filme de Juan Carlos Capurro que llegará este domingo al Museo de Arte Contemporáneo MAR. Se lo podrá ver en el auditorio, que tiene un aforo limitado, a partir de las 19.30.
“Siempre lo consideré un gran artista”, aseguró el cineasta, quien junto al Colectivo Estrella del Oriente también es responsable de otra película, “La Ballena va llena”.
El cineasta Juan Carlos Capurro.
Entre las anécdotas más jugosas de la vida de Peralta Ramos, se encuentran el haber usado el dinero de la prestigiosa Beca Guggenheim para pagar una cena con sus amigos, el haber vendido un buzón en una subasta pública y la pretensión de comprar un toro en la Sociedad Rural para exponerlo en el Instituto Di Tella. “Logró conservar lo mejor de su alma de niño y con las herramientas de la madurez realizó obras plenas de poesía y humor”, indicó Capurro.
“Mi película surge en el momento más duro de la cuarentena por la pandemia. Hacía mucho tiempo que yo venía estudiando la obra de Federico Peralta Ramos. Por alguna misteriosa razón, en los días más duros de la pandemia, decidí empezar esta película. Tuve la suerte de encontrar en los archivos públicos mucho material. Y también, en los testimonios de muchos de los amigos de Federico, ellos también artistas. Particularmente, Pedro Roth, artista plástico”, contó Capurro a LA CAPITAL.
Mediante comunicaciones por Whatsapp y llamadas realizadas por Zoom, la película fue armándose a partir de los testimonios que dieron sus amigos. “Pedro Roth fue como un hermano para Federico”, aportó.
El cineasta indicó que Peralta Ramos fue “producto de una época de la Argentina; una época de profundos cambios económicos y sociales. La obra de Federico es una respuesta artística, poética e indirecta a los cambios vividos por el país entre los años ’60 y ’90. Espero haber logrado demostrarlo en mi obra”.
-¿Conociste personalmente a Federico Manuel Peralta Ramos?
-No no lo conocí personalmente, porque no somos de la misma generación. Pero a través de Roth comencé a interesarme por su obra. En la película “La Ballena va llena” decidimos incluir un maravilloso poema de Federico, “Lejos”, al cual el Tata Cedrón le puso música. Ese poema está estrechamente vinculado a la obra, que trata sobre el rechazo a los migrantes en el Mar Mediterráneo. En el Colectivo fuimos discutiendo muchos aspectos innovadores de Federico. Paulatinamente, me fui identificando mucho con la forma de hacer arte que él desarrolló. Hoy siento que conozco a Federico como si hubiésemos trabajado todo el tiempo juntos.
-Sin dudas fue un personaje extraño, ¿cómo lo definís?
-Federico es un adelantado a su época. Creo que su capacidad de percepción poética es muy alta. Como todo adelantado a su época aparece como un fenómeno extraño. Tengamos en cuenta que veinte años antes que la conocida performer internacional Marina Abramovic hiciese en Buenos Aires su intervención de entrevistas con el público, Federico ya lo había hecho en la galería Carmen Vaugh. Es decir que yo lo definiría como un artista universalmente de vanguardia. Hoy su obra empieza a ser más fácilmente comprendida. Creo que superó ampliamente, en su capacidad de crear formas nuevas de arte a todos sus contemporáneos. Detrás de su apariencia näif, Federico era un mago profundo.
-¿Qué legado, qué enseñanza deja su vida y su obra?
-Creo que su legado es fundamental para los artistas jóvenes. Hay qua atreverse a soñar más alto, a ir contra la corriente, a no temer estar aislados. Federico era un estudioso, un lector implacable. Ninguna de las obras que realizaba provenía de un capricho. Eran largamente meditadas. Esto se demuestra en los numerosos textos que dejó escritos donde explica la génesis de sus obras.
El otro aspecto destacable es que Federico defendía un arte desde nuestro país. Para él Macedonio Fernández, Borges fueron maestros. Nunca se preocupó por los premios ni canonjías.
–¿Qué relación tenía con Mar del Plata?
-Una relación entrañable. Se trasluce en el orgullo con el que contaba que su tátarabuelo había fundado la ciudad. Desde ese afecto, y con humor, en 1981 ante la crisis producida por el fracaso del plan económico de la dictadura militar, él decide fundar la ciudad de “Mal de Plata”, a la que coloca en todo el país. Contrapone así a la ciudad feliz fundada por su tátarabuelo la mishiadura de un país devastado.
-La anécdota de la Beca Guggenheim lo pinta de cuerpo entero, ¿podés recordarla?
-La Fundación Guggenheim le otorga una beca muy importante a Federico para que realice un proyecto.
Cuando Federico recibe el dinero cambia de opinión y decide utilizarlo para dar una cena a sus amigos en el restaurant del Hotel Alvear; comprar varios cuadros de sus amigos artistas para regalarlos y hacerse tres trajes a medida. Cuando la Fundación le pide que rinda cuentas de qué hizo con el dinero, él les envía una carta donde explica que en vez de pintar una última cena, como Leonardo, dio una para sus amigos y que además como artista necesitaba hacerse trajes y favorecer a otros artistas comprándole los cuadros. Para él esto era su obra. La Fundación, lejos de comprenderlo, se enfurece, y le reclama la devolución del dinero. Es entonces cuando Federico le vuelve a escribir una nueva carta en donde les explica: el único que decide qué hacer con su obra es el artista y esto no está sujeto a ninguna rendición de cuentas. Ante este giro, la Comisión Directiva de la Fundación Guggenheim se reúne en pleno y considera que Federico tiene razón y por lo tanto, resuelve modificar el reglamento de la beca no exigiéndoles desde entonces nunca más a los artistas una rendición de cuentas. De esa estatura innovadora era la obra de Federico.